La indolencia del verano y el
presente como baluarte de nuestras vidas.
Cada verano la misma historia. Después de terminar la larga travesía de
exámenes, trabajos que realizar para la universidad y largas horas de estudio,
una sensación de falta de energía, pereza y ganas de no hacer absolutamente
nada que implique esfuerzo intelectual me invaden por completo. Y cada año
siento esa sensación de culpabilidad y cierto reproche interior por estar
perdiendo las horas que me proporciona el estío en quehaceres absurdos y pocos
productivos. Pero no puedo evitarlo… Llega el verano y me siento cansada.
Necesito sentir que no tengo obligaciones ni deberes que me sometan a la rutina
del estudio. El verano se asemeja a ese oasis de calma, aguas cristalinas y paz
interior que mi mente necesita después de un curso plagado de nervios y estrés
por terminar las tareas que fijan los profesores y estudiar para superar con
éxito las pruebas finales.