A
Renán Alonso , amigo y poeta.
- - - Deben tener frío y hambre.
- - - ¿Que si tienen frío y hambre? Me contestó el maestro con otra de sus preguntas enigmáticas.
Pensé inmediatamente que esa reflexión en voz alta era una somera estupidez.
No sólo tenían hambre, sed y frío, también miedo. Eran los apestados. Carne
humana y gasto social para los gobiernos. Mi maestro y yo mirábamos el
movimiento de las olas y el acercamiento de cientos de embarcaciones que
embarraban en la playa. De minúsculas barcas de madera salían cientos de
hombres, mujeres y niños negros que
olían a sal, sudor y desesperación. La guardia marítima y los agentes se
apresuraban a detenerlos y los conducían a los campamentos. Allí pasarán un
reconocimiento médico, se les asignará un número y se debatirá qué hacer con
ellos. Nos molestan. Son invasores. Arriesgan su vida por un sueño, el de la
Europa del bienestar, que no existe cuando topan con la triste realidad: La de
un continente que agoniza más lentamente que el suyo pese a conservar los restos
de la cena en la mesa y el maquillaje de las últimas horas.