No recuerdo cuándo fue el primer momento de mi vida en que empecé a buscar
lo puro. Fue hace mucho tiempo, cuando todavía no sabía lo que significaba la
mezquindad. Para mí la pureza no tiene ninguna connotación religiosa ni nada
que ver con la perfección y la virtud femenina. La pureza es la búsqueda de mi
verdad interior, despojada de su humanidad y convertida en un número
desconocido, en la clave necesaria para desentrañar la composición de la
materia. No me gustan las interacciones sociales, las reuniones banales y las imposturas.
Odio estar rodeada de personas a quienes no he tenido aún la oportunidad de
conocer y excavar. No hay nada que más me desespere que sentirme ante
desconocidos que sepan más de mí que yo misma. Clavan sus pupilas en las tuyas
y ya te han conocido, o al menos eso creen. ¿Acaso no dicen que nadie conoce a
nadie? Muchos creen conocerme y son muy pocos quienes aciertan. Buscan en la
imperfección de mis ropas, en mis buenos modales y en esa carita dulce y
eternamente niña. Soy el ser más imperfecto que conozco y me resulta
insoportable. Me es difícil entender que sólo por el simple hecho de estar
compuesta por carne corruptible y finita nunca podré ser algo más que un simple
animal evolucionado. No sé cuándo
comenzó mi obsesión por buscar lo puro. No lo recuerdo….
La escritura fue lo más semejante que encontré a la pureza. Componiendo
frase a frase un texto que fuera bello me despojaba de esa ignorancia. Sólo
tenía que dejar cada una de mis imperfecciones y concentrarme en fijar aquellos
pensamientos que me hicieran ser la mejor versión de mí misma. Quienes
escribimos somos unos cobardes. Nos gusta la comodidad que ofrece la vida
alternativa del papel. Muchas veces estoy harta de respirar aire contaminado y
sólo escribiéndolo puro consigo llenarme los pulmones de aire fresco y nuevo.Hace
mucho tiempo que dejó de interesarme el mundo. Me sentía tan asfixiada en la
ciudad que decidí crear mi paraíso interior. Hay tanta perfección en él. Brotan
manantiales de ambrosía y sólo estoy yo
y mi conciencia, dispuestas ambas a ser juzgadas por Osiris.Mi paraíso no está
exento de dudas, pero cuando éstas surgen intento disiparlas mintiéndome. La
mentira de la escritura es necesaria en mi paraíso de papel. A veces oigo
cantos de sirenas y me embaucan los más famosos charlatanes de tabernas.
Entonces parece que escribo con más energía que nunca y parece que he alcanzado
la luz en el oscuro túnel, pero luego viene el desánimo y la depresión y las
palabras no surgen y los pensamientos divagan confusos, chocan y se forman más
mentiras. Y más historias. Se forman cientos de historias bellas y puras en mí
que necesitan ser escritas. Algunas de ellas caen de inmediato en el olvido,
otras se gestan durante un cierto tiempo para malograrse después y sólo unas
pocas nacen y se desarrollan. Esas historias son aquellas que se han despojado
de las imperfecciones y han logrado un ápice de lo puro.
Una de las historias puras que lograron ser plasmadas en papel me invoca
hoy como un nuevo mantra. Es la historia de una niña tímida y asustadiza que
quería ser perfecta costara lo que costara. Aquella niña crecía y sufría porque
por mucho que leía y leía no encontraba en ningún libro algún personaje al que
pudiera imitar. Todos tenían defectos y eran irremediablemente imperfectos. Harta de leer y de no encontrar lo que buscaba
decidió crear ella misma a ese personaje. Y escribió su primera historia, breve
y reflexiva, y jamás la publicó. A partir de ahí escribió muchas historias más,
pero su primera historia era la más auténtica de todas. La releía siempre que
necesitaba buscar inspiración y se daba
cuenta de que todas las demás eran copias de ésta.Lo mismo ocurre con la
literatura. Existen tantos libros como personas hay sobre la faz de la tierra.
Pero, ¿cuántos de estos títulos son copias imperfectas de obras auténticas y originales? En realidad no hay tantos
títulos que merezca la pena leer, que sean puros. Se cuentan con los dedos de
las manos y sobran dedos. Esos títulos son lo más próximo que he encontrado a
la perfección. Son esos libros los
que me siguen emocionando hasta las
lágrimas;los que hacen que cada letra pronunciada sean caricias para el alma
desgarrada. Esos libros son mi pasión, mi inspiración y obsesión. Benditos
libros que me rescataron del desarraigo social y la marginación. Ellos me conectan
al mundo y lo perfeccionan; me enseñan qué camino debo escoger. Maestros,
amantes, amigos y cómplices. Benditos libros de mi infancia; ecos de horas
muertas , ¡ llevadme de nuevo al paraíso! ,
haced que este ser imperfecto e inmundo pueda vestirse con ropajes nuevos
y bellos, que aporten algo de luz donde exista oscuridad, que se acerquen a la
belleza de lo inmortal. Pero, ¿acaso no es arrogancia por mi parte? , ¿ quién
soy yo para invocar a los grandes?
Siéntate y calla , niña imperfecta.
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