El valor de la duda.
El otro día me paró en
plena calle una señora que es testigo de Jehová y quería convencerme de las
verdades de su religión. Normalmente suelo desembarazarme de estos predicadores
lo antes posible sin más, pero el otro día decidí pararme a escucharla. Es bien
conocido que este grupo religioso hace proselitismo en cualquier parte, ya sea
en calles, a domicilio o en cualquier lugar en el que no esté prohibido.
Después de un mini discurso de predicación preparado en el que explica su
versión de los orígenes del mundo , la llegada de Apocalipsis y la necesidad de
creer en Jehová para salvarse , escuchándola atentamente , me reafirmé en mi
opinión de las necedades que llegan a creer estos creyentes de Jehová como el
de cualquier religión que se precie.
Las religiones se nutren de la ingenuidad
y la ignorancia de las gentes para financiar a una cúpula de dirigentes que se
llenan los bolsillos explicando cuentos que ni el niño más avezado sería capaz
de creer. Como la escuché sin replicar y no me quise deshacer de la buena
señora al mínimo, ésta pensó que me estaba llevando a su terreno y me dio un
folleto y una invitación para unirme a la próxima reunión de la congregación.
Fue entonces cuando decidí ofrecer mi réplica al asunto. Le contesté que no
creía ninguna historia que no estuviera fielmente documentada, que mi fe era la fe de la ciencia y el progreso. Que mi
niñez se había basado en historias de la Biblia explicadas por otra doctrina
cristiana, la católica , que estaba llena de las mismas mentiras de cualquier
religión. Le expliqué que, a mi juicio, madurar es dejar la ingenuidad de las
historias de salvación de la religión y despertar ( curiosamente los testigos
difunden una publicación que lleva por nombre Despertad!) al valor incalculable
de la duda. La duda es el mayor instrumento para el avance de la humanidad en
su conjunto. Sólo cuando ponemos en tela de juicio lo que se nos cuenta o
leemos o escuchamos, somos capaces de analizar el objeto de discusión desde
todos sus ángulos. La ciencia y el conocimiento se nutren de ese instrumento
tan maravilloso, de esa actitud de escepticismo que ofrece la duda.Terminé mi
réplica instando a la buena señora a dudar en todo aquello que le daban como
verdad inmutable y a no dar por cierto a todo lo que le explicaban sin un
profundo razonamiento. Abrumada o quizás “pillada” por la rotundidad de mis
afirmaciones, decidió largarse sin más no sin antes realizar un gesto de
contrariedad y desdén. La pobre mujer no sólo no había comprendido ni una
palabra de lo que le había dicho sino que también se había sentido
ofendida.
Siento profunda lástima por aquellas personas que aceptan a pies juntillas
toda la basura que les infunden en su cerebro, que admiten cualquier patraña
sin pasarla por el tamiz de la duda y la incredulidad. Si en algo se diferencia
el ser humano de los demás animales es de su capacidad para pensar, resolver
problema y plantear diversas respuestas a los enigmas de la existencia.
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