Carta a mi abuela (II)
Querida yaya, ¡Ya han pasado dos años desde que te fuiste! Me pregunto cómo
estarás y qué nuevos mundos estarás visitando. Tengo que hablarte de lo
acaecido este año. Me he puesto a estudiar el Grado de Trabajo Social. Sí. Una segunda carrera. Seguro que
estarías orgullosa de mí y de mis progresos. Me acuerdo tanto de cómo
lamentabas no haber aprendido a leer y a escribir, no haber podido ir a la
escuela y formarte. Toda mi obsesión, surgida en parte por tus carencias impuestas,
es estudiar y ser la mujer que tú hubieras querido ser: formada, crítica,
ilustrada. Me he propuesto ser trabajadora social y luchar por los derechos de
los colectivos más vulnerables de nuestra sociedad. El trabajo que desempeño
como trabajadora familiar me ha posibilitado conocer una parte de mí que
desconocía: mi vocación hacia el otro. Me gusta ayudar y creo que la profesión
del trabajo social es la más adecuada para mí.
En estos últimos meses hemos reformado la casa , tu casa, yaya. Necesitaba
una reforma estructural importante, pues las vigas estaban deterioradas y las
paredes dañadas. Recuerdo que alguna vez habías comentado que tu piso, cuando
tú ya no estuvieras, debería ser habitado por la mujer que más has querido en
este mundo: tu nieta. Al final fuimos incapaces de mudarnos a otra parte y
decidimos modernizarlo todo. Pasamos unos meses horrorosos, de incomodidades
continuas y ruidos insoportables, pero el resultado ha valido la pena. De todos
modos, debo reconocer que recuerdo el piso antiguo de una forma entrañable,
como una parte de mi niñez y adolescencia que ya he dejado atrás y del que sólo
puedo escribir sus momentos. El piso reformado es la entrada a una vida adulta, llena de obligaciones y nuevos retos. Te echo tanto de menos, yaya. Cambiaría
el piso y lo poco que tengo de cosas
materiales para volver a verte y darte un abrazo.
Tengo que darte una noticia. Tu hijo está a punto de jubilarse. Este año,
en cuestión de un mes o menos, recibirá la carta de jubilación y pasará página
a los últimos sinsabores que le había deparado el mercado laboral estos años.
Está nervioso e impaciente por poder abrir una nueva etapa de su vida, sin
preocupaciones económicas y con la estabilidad y la tranquilidad que conlleva
cobrar una pensión. Está más tranquilo y sí, noto en él un envejecimiento
progresivo, como si el hecho de verse jubilado le hubiera quitado los últimos
ápices del frescor de la juventud. Su ánimo está sosegado y afronta la
jubilación con ilusión y optimismo. Ni
que decirte y asegurarte que está bien cuidado y mimado por mí y por mamá. Tu nuera, Mari, con la que discutías
frecuentemente, pero en el fondo querías y no podías pasar sin ella , está más
apagada. Me comenta con frecuencia que está cansada de trabajar. Lleva más de cuarenta años de vida laboral y
suspira por descansar y quedarse en casa. Paulatinamente irá trabajando menos y
espero que ,en cuestión de unos años, ya pueda estar en casa. Ya sabes lo
nerviosa que es y lo trabajadora que siempre ha sido. Estoy segura de que, si
se queda en casa, continuará haciendo cosas y sin parar ni un momento.
En cuanto a mí, qué más puedo explicarte. Además de trabajar como auxiliar
de ayuda a domicilio por las mañanas y estudiar por las tardes. Me he
aficionado a la ópera y a la fotografía. Ayer inauguramos una exposición sobre
la mujer trabajadora en la cual participo. Aunque mi gran pasión sigue siendo
la escritura. En el mes de diciembre presenté mi primer libro publicado por
editorial. Te lo dediqué a ti, mi Manolita. Es una novela de aventuras y
fantasía para todas las edades y con un toque dulzón para rendir homenaje a tu
pasión por los dulces y los bizcochos. Porque mira que te gustaban, gachona.
Siempre tenías en mente el comerte un croissant o un trozo de torta con un buen
tazón de leche. En cuanto a mi vida sentimental, no hay novedades importantes.
Sigo sin tener el corazón ocupado. Bueno, en realidad ,ocupado lo tengo.
Ocupado por el amor que siento hacia mis padres , hacia las buenas personas ,
hacia mis pasiones artísticas y hacia ti. Pero no puedo decir todavía que haya
encontrado a mi media naranja. Cada vez soy más exigente conmigo misma y con
los demás. Tengo la sensación, yaya, que tardaré en encontrar a la persona
adecuada, si es que finalmente la encuentro. Ya sabes lo complicada que soy, lo
independiente que soy y el carácter
impetuoso y obstinado del que hago gala. Mujer sumisa, lo que se dice sumisa y
conformista no soy. Quizás me equivoque, pero no me veo con alguien que no
tenga mis mismas afinidades y que no goce de mis mismas pasiones o de alguna de
ellas: Muy especialmente la literatura,
la música clásica y la ópera, la fotografía y la astronomía.
Hace apenas unas semanas, falleció un usuario al que tenía especial cariño.
Se llamaba Pedro y sólo tenía palabras de reconocimiento y galantería hacia mí.
Falleció minutos antes de que acudiera a su domicilio, como cada día. Ha sido
una pena, yaya. En él te reconocía a ti. Veía en sus ojos tu misma bondad y
amor desinteresado hacia los demás. Si lo ves en el paraíso de los espíritus
buenos, sé amable y juega unas cuantas partidas de cartas o dómino con
él. Es tu paisano, pues nació también en Jaén. Y estoy segura de que te caerá estupendamente. Yo mientras tanto ,
cuido de su esposa Dolores, que ha quedado apenada y muy alicaída desde su
marcha. No puedo terminar esta carta sin recomendarte
que hagas ejercicio, sigas una dieta saludable allá donde estés y no te pases con
los dulces. Por lo demás , estoy segura de que te apañas muy bien solita.
Tienes el mismo carácter y la misma pasión hacia todo que heredó tu nieta, que
está orgullosa de llevar tus mismos genes.
Te extraño, mi Manolita. Espero que te lean esta carta sin problemas y que
sientas la misma emoción al escucharla que he sentido yo al escribírtela. Tu
amada nieta ,
Estefanía.
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