Carta a mi abuela.
Querida yaya mía,
Te echo mucho de menos. Como el primer día. Al principio el dolor era tan
intenso que el recuerdo no afloraba. Te veía por todas partes y aún te sigo
viendo, sentada en tu sillón, pensando en tu vida, en el pasado, en las muchas
dificultades que tuviste que afrontar y en los buenos momentos que la vida te
deparó. Me negaba a admitir que ya no estabas ahí para seguir queriéndome. La
falta de tu manera de amarme es como una punzada intensa clavada en mi corazón.
Tu cariño incondicional me falta cada día y es insustituible. Eras mi segunda
madre y lo seguirás siendo siempre. Echo de menos nuestras discusiones y
diferencias. Divergíamos en muchas cosas, abuela, pero somos iguales en muchas
otras. Contigo se fue mi infancia, mis caprichos de nieta y la soberbia de la
juventud.
Te fuiste el mismo día que cumplía treinta y tres años, la edad de Cristo, como la
llaman algunos.Y sólo Dios sabe lo mal que lo he pasado en este año, cómo he
sentido tu pérdida y cuánto se ha desgarrado mi alma por no tenerte. Pronto se
cumplirá un año de tu partida. El dolor
sigue ahí dentro, pero no es tan punzante como al principio. Es un dolor más
existencial y pensante. Ha dejado el corazón para situarse en mi mente. Ahora ya
no sufro tu pérdida, sino que la medito. Reflexiono cada día sobre qué
significa vivir y morir. La muerte es consustancial a la vida y resultaba muy
ingenuo y egoísta pensar que ibas a estar siempre conmigo, ¿no crees? Era un
pensamiento infantil propio de una niña que no había sufrido aún lo que
significa perder a un ser tan cercano. De todos modos, sigo pensando que estás
muy cerca de mí, que sigues velando por mi protección y que jamás dejarás que
caiga en la desolación. Tú vives conmigo, yaya, y estarás ahí cuando yo dé el
paso hacia la eternidad. No puedo negar tampoco que la vida ha seguido, que he
proseguido mi día a día y que he continuado haciendo proyectos. Si me hubiera
detenido, aún te hubiera sentido más. Tú eras una persona fuerte y tengo el
firme convencimiento de que querías que yo también lo fuera. Ojalá pudiera ser
una cuarta parte de lo que tú eras: Una mujer luchadora y trabajadora, amiga de
tus amigos , amante de tu extensa familia y protectora de tu nieta. Tu fuerte
carácter te hizo superar terribles pérdidas a una edad muy temprana. Viviste
una guerra , perdiste al amor de tu vida en contienda y tuviste que ponerte a
trabajar desde muy joven para ayudar al mantenimiento de tu familia. Tu labor
en vida fue admirable. Tuviste una vida difícil desde la juventud, pero
superabas cualquier cosa porque querías vivir y seguías esperanzada en el
mañana. Tu vitalidad te hizo reinventarte cada día y hacer frente a los
obstáculos. Mujeres como tú quedan pocas.
Muchas veces anhelo poder abrazarte de nuevo , que me cojas de la mano y me
la aprietes fuerte , transmitiéndome tu energía, como hacías siempre que podías
cuando me sentaba a tu lado y no estábamos enfadadas porque habías hecho alguna
de tus travesuras. ¡ Pero si echo de menos hasta tus travesuras de niña mala!
Cuesta aceptar que ya jamás estarás ahí para hacerme enfadar. Me cuesta aceptar
que ya nada es igual , que tu ausencia es permanente y sólo el recuerdo , que
ahora sí , ya empieza a aflorar, es el único que me consuela. He decidido
escribirte porque , aunque no sé si san Pedro te hará llegar esta carta,
necesitaba explicarte mis sentimientos. No sé el tiempo que transcurrirá hasta
que volvamos a vernos. Recuerda que te espero en el prado para jugar y hablar.
Pero hasta que eso ocurra necesito escribirte y explicarte todo lo que me va
pasando en mi día a día , que no es que sea lo más interesante del mundo , pero
son mis preocupaciones y sé que te interesan. No sé si estás de acuerdo en que
te escriba de vez en cuando y tampoco sé
si en el cielo o donde quiera que estés esperándome admiten cartas , pero lo
que tengo bien claro es que no voy a perder la oportunidad de enviártelas. Sé
que tus respuestas vienen dictadas por las decisiones que tome mi corazón.
Tu amada nieta ,
Estefanía.
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