sábado, 12 de agosto de 2017

El esnob y sus costumbres: Perfil de una tribu urbana mediocre.

El esnob y sus costumbres.


Tiene el esnob una forma particular de ver el mundo. Es su vida una necesidad constante de querer superar al resto del género humano en lo que a superficialidad se refiere. Su forma de vestir y sus costumbres imitan a la perfección el modo de vida de la clase social alta.Ahora bien, ¿pertenece el esnob a la misma clase en la que se refleja? La respuesta es no. El esnob es un individuo de clase media que daría su vida por saltar a la clase alta. Su gran frustración es, precisamente, no poder llegar a formar parte de esta última.



Su día a día es una gran farsa, pues sólo cobra importancia en la medida en que el resto de tribus urbanas lo observan y sienten compasión por él. Pero el esnob confunde la compasión con la envidia. Cree que todos envidian su modo de vida y está convencido de que  va a la última en lo que a tendencias se refiere. Sufre mucho si siente que no lleva la mejor camisa o no se ha comprado lo último en tecnología. El esnob es coqueto y es admirado tanto por hombres como mujeres. Cuida su cuerpo y su alimentación y también lee el último éxito comercial de turno. Es un ser individualista que rinde culto a su imagen y tiene como santuario el gimnasio. En él se reúne con el resto de individuos de su misma especie y comentan sus últimas adquisiciones y las últimas actividades que ha realizado.En esos encuentros en la sala de fitness del gimnasio o en el jacuzzi despliega su cola cual pavo real y pobre de quien no le escucha o aparenta escucharlo.  Sus deportes favoritos suelen ser los relacionados con la  raqueta, la vela y los motores. Tiene miedo a envejecer y esconde su deterioro físico rindiendo tributo a su cuerpo musculándose en la sala de máquinas y bronceando su piel. El esnob suele ser un niño inmaduro que evade las preguntas de cierto calado existencial y las sustituye por otras más banales. Necesita madurar y caer del árbol de la ingenuidad en el que está instalado de forma permanente. Ser esnob no quiere decir ser un imbécil. Hay esnobs muy inteligentes  y con un alto grado de cociente intelectual , véase por ejemplo la gran escritora feminista Virginia Woolf, una reconocida esnob que atrevió a publicar un artículo sobre su acentuado esnobismo, o Marcel Proust , el autor de la gran introspección psicológica de la mano de  una magdalena y una taza de té. Pero, ¿de dónde surge el término esnob? En realidad es una contracción del latín “sine nobilitate”, que significa “sin nobleza”. Los primeros en utilizar el término fueron los aristócratas ingleses, quienes se referían  así a los jóvenes burgueses que se matriculaban en la universidad de Oxford y no poseían ningún linaje noble a sus espaldas.


Si hay una clase social que me inspira rechazo y compasión al mismo tiempo es la del esnob, a medio camino entre el pueblo llano y el aristocrático, intenta mezclarse entre las élites sociales para recoger las migajas que ésta desecha. No tiene voz propia ni tampoco un perfil que destaque por su originalidad. Es el eco que retumba, la voz que imita, el siervo de la moda y la opinión cambiante.

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