El
desencanto
Acostumbro a idealizarlo todo. Idealizo la vida, las personas que me
importan, mi vivienda y todo lo que me rodea y me hace feliz. Y cuando llega la
cruda realidad, el desencanto es evidente. Nadie ni nada es perfecto y es necesario vivir con
las imperfecciones. El desencanto es el peor de los sentimientos porque nos
devuelve a la inmensidad del vacío.
Y uno siente ganas de llorar, de huir, de
alejarse de todos. El desencanto es lo más parecido al desamor. Es
triste recordar que el encanto, el amor o el hechizo del que está compuesto
este sentimiento tan raro que nos lleva a compenetrarnos con otros sea una
mentira. Me cuesta reconocer que tenía razón. El amor romántico no existe. El
amor de los libros es una pura patraña. El amor es ingratitud, enajenación y
riesgo. Y aunque suene mal decirlo y afirmarlo, el amor es un sueño, una
quimera, una ilusión. Necesitamos creer en esa quimera para vivir, pero no
existe nada como tal. Y si me examino de verdad, sin armaduras ni excusas que
esgrimir de ningún tipo, sólo se puede amar aquello que es real, que tiene
arraigo, que no hay nada que pueda destruirlo porque es profundo. Y si me paro
a pensar en qué amo de verdad, sólo me surgen dos cosas a la cabeza: Mi familia
más cercana y la literatura. Sacrificaría mi vida por las dos hasta el final de
mis días. Pero ruego a Dios, a quien no amo a pesar de lo que diga mi religión
pero sí busco, que inspire mis días, que los llene de positividad y alegría.
Que me haga escribir cada día, que nunca me deje sin inventiva y que me ofrezca
tranquilidad para imaginar, para hacer literatura que no es, al fin y al cabo,
que el sentimiento reinterpretado, reinventado y pasado por el tamiz de la
belleza y la perfección. Hay quienes dirán que los escritores somos los magos
de la mentira porque escondemos nuestros yos
bajo la ficción de una historia. Yo digo que los escritores somos los seres más
idealistas, enfermizos y tímidos del mundo. Existen tan pocas personas puras.
Las personas con el alma clara son transparentes y bellas. Las personas puras no juegan con los
sentimientos ajenos y viven tal y como
sienten. Las personas impuras y odiosas sólo mueven actuadas por el resentimiento y el odio. Como escritora que busca la pureza
y el bien me produce desazón y hasta un poco de asco tratar con personas
indeseables y desagradecidas que sólo buscan excusas para no hacer nada en la
vida y lamentarse de un destino que ellos mismos se han querido buscar. Seguiré
buscando el bien, la pureza y el alma limpia en los demás, escribiendo sobre lo
bueno que hay en ellos y sus ansias de conquista.
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