martes, 16 de agosto de 2016

Españoles por el mundo: La gran mentira.

Ha sido la gran mentira de nuestro tiempo. Muchos la creímos y probamos suerte. Algunos se quedaron en ella y otros despertamos. Yo fui una de quienes creí, probé y desperté. Creo recordar que hace unos años lo nuestro era lo más conocido y la tierra peninsular era la madre que cuidaba y alimentaba a sus hijos. Aunque también recuerdo que, a lo largo de nuestra historia como pueblo, no fueron pocas las generaciones de hijos pródigos que se vieron forzados por motivos económicos o políticos a coger la mochila y decir adiós a la madre patria. 




La generación de ahora vive una situación muy similar. Marchamos porque necesitamos buscar un futuro que se nos es negado. El problema surge cuando el lugar de destino no es el paraíso que anhelábamos. Los medios de comunicación de nuestro país han hecho mucho daño a  la juventud. Programas que publicitaban las múltiples ventajas de salir del país en busca de un trabajo acorde con nuestros intereses o vivir una nueva experiencia son causantes de la gran decepción.Programas que mostraban la cara más amable de los expatriados. Historias maquilladas y escogidas para alentarnos a huir de España. Todo ha resultado ser una gran manipulación y una gran mentira. No todos los españoles tienen  casas enormes, trabajos inmejorables y familias de cuento de hadas. La realidad de nuestros jóvenes es muy distinta a la que nos quieren vender.Es una realidad marcada por la precariedad, la distancia emocional y la separación familiar como única alternativa a la creciente pobreza que acucia en los hogares de España. Porque al español le cuesta reconocer que su vida ha cambiado y que sus hijos, desesperados por la falta de futuro, se acogen a programas de trabajo en el extranjero que le proporcionan cierto alivio a las economías familiares. “Ojos que no ven, corazón que no siente” dice el famoso dicho popular. Y qué verdad que es. Al hijo que marcha se le sufre en secreto, mientras que en público se exhiben las historias maravillosas, maquilladas y adornadas  para que el vecino se quede con los ojos abiertos y la envidia asome por detrás de sus lindas orejas. La envidia es el gran defecto nacional, pero este tema será tratado en otro artículo. Ahora quiero centrarme en lo que quiero realmente expresar: Mi disconformidad con la política migratoria  que ha aplicado el gobierno español para solventar la falta de empleo cualificado en nuestro país. Una política que desprecia a la generación más preparada de españoles y los invita a marchar de sus casas, de su cultura y sus raíces. Una política que nos convierte en un estorbo, pues al gobierno todo le basta con tal de hacer descender  las cifras del desempleo.


Debemos comunicar a nuestros gobernantes que no somos tontos, que nos hemos dado cuenta de la gran mentira. Nuestro cerebro ha madurado lo suficiente para percatarnos de las hábiles estrategias de persuasión y engaño de nuestros medios de comunicación. Nunca es tarde para despertar y proclamar que ya somos los suficientemente adultos para ser tratados como pobres ignorantes.

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