sábado, 22 de agosto de 2020

El rey que acabó con la credibilidad de la monarquía.

 

El rey que acabó con su propio reinado.

 

España tuvo al rey que se mereció,pues conocía de cerca a los Borbones y la mala fama que los precedía y miró para otro lado. Desde las altas estructuras del Estado siempre se ha sabido de los tejemanejes del cabeza de Estado y han corrido un velo de silencio, censurando cualquier publicación o voz que pudiera atreverse a señalar la realidad:Que el monarca iba desnudo y nadie era capaz de proclamarlo bien alto.El rey que acabó con su propio reinado se ha marchado como algunos de sus antepasados, por la puerta de atrás y sin dar explicaciones. Decía amar a su pueblo y representaba el mayor rango institucional que puede representar un ser humano en la escala social, pero no dudó en utilizar ese cargo para, supuestamente,  lucrarse, dejarse querer con mil regalos y hacer lo que le viniera en gana. Vivió como un rey pero se ha marchado como un cretino.

 


Más allá de la controversia sobre monarquía o república como mejor forma de representación de la jefatura del estado, está la importancia de que esa misma jefatura esté representada por alguien que actúe de manera ejemplar y siga un código ético intachable. No se puede tolerar que el jefe de un Estado sea un  presunto corrupto. Un rey no sólo debe ser rey, sino parecerlo. Hemos tenido a un rey que ha dado, en los últimos años,  portadas de peripecias y escándalos que sonrojarían al monárquico más pintado.Ha sido un rey a quien no le ha preocupado que su vida personal interfiriera en su imagen pública. Ha vivido como ha querido, desdeñando las responsabilidades éticas y morales de su cargo, importándole un rábano que pudiera ser captado por mujeres que fueran distintas a la suya, siendo pillado cazando elefantes o de magnífica comilona con sus amigos cuando el país atravesaba una profunda crisis económica. No se ha preocupado de parecer un buen rey, de preservar la imagen de una institución que lo trasciende, que ha sido la forma de estado que ha prevalecido en España a lo largo de su historia. Habría que preguntarle al rey si, con sus actos, no estaba respaldando la causa republicana. Quién sabe… Quizás nuestro rey nunca ha sido monárquico en su fuero interno y ha querido terminar sus últimos años de reinado y visibilidad pública dinamitando su propia institución. De ser así, algo que jamás se podrá saber, estaríamos ante un héroe de la república, alguien que luchó desde dentro para derrocar  a la propia institución que representaba. Una especie de infiltrado en la cúpula del poder cuya misión era desacreditar la figura del monarca. Una suposición así, que bien podría protagonizar una película de ciencia ficción, es poco probable. Más bien creo que el rey actuaba creyéndose  inmune a todo tipo de crítica y sabiéndose protegido por las máximas esferas del poder político y judicial. Su planteamiento era bien simple: si yo soy el cabeza de estado y el mayor garante de que funcione el cuerpo judicial, ¿quién narices se va a meter conmigo?

 

Lo que el rey jamás previó es que existe en Europa un pequeño reducto de prensa libre y crítica que está dispuesta a destapar las vergüenzas de cualquiera, sin importar que la persona puesta en tela de juicio haya sido monarca hasta hace cuestión de pocos años. Debemos estar agradecidos por contar con una prensa de investigación que indaga y busca más allá de la superficie. Gracias a esa prensa, a los equipos de investigadores privados y a amantes despechadas que no dudan en dar explicaciones  para defenderse a sí mismas, sabemos que nuestro rey no sólo fue , presuntamente, un mal rey, sino que tampoco se preocupó de parecer lo contrario. Y lo peor de todo, señores, es que todos somos culpables de que haya llegado tan lejos en sus tropelías. Siempre intuíamos, sabíamos lo que pasaba y miramos a otro lado.

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