El rey que acabó con su propio reinado.
España tuvo al rey que se mereció,pues conocía de cerca a los Borbones y la
mala fama que los precedía y miró para otro lado. Desde las altas estructuras
del Estado siempre se ha sabido de los tejemanejes del cabeza de Estado y han
corrido un velo de silencio, censurando cualquier publicación o voz que pudiera
atreverse a señalar la realidad:Que el monarca iba desnudo y nadie era capaz
de proclamarlo bien alto.El rey que acabó con su propio reinado se ha marchado
como algunos de sus antepasados, por la puerta de atrás y sin dar
explicaciones. Decía amar a su pueblo y representaba el mayor rango institucional
que puede representar un ser humano en la escala social, pero no dudó en
utilizar ese cargo para, supuestamente, lucrarse, dejarse querer con mil regalos y
hacer lo que le viniera en gana. Vivió como un rey pero se ha marchado como un
cretino.
Más allá de la controversia sobre monarquía o república como mejor forma de
representación de la jefatura del estado, está la importancia de que esa misma
jefatura esté representada por alguien que actúe de manera ejemplar y siga un
código ético intachable. No se puede tolerar que el jefe de un Estado sea
un presunto corrupto. Un rey no sólo
debe ser rey, sino parecerlo. Hemos tenido a un rey que ha dado, en los últimos
años, portadas de peripecias y escándalos
que sonrojarían al monárquico más pintado.Ha sido un rey a quien no le ha
preocupado que su vida personal interfiriera en su imagen pública. Ha vivido como
ha querido, desdeñando las responsabilidades éticas y morales de su cargo,
importándole un rábano que pudiera ser captado por mujeres que fueran distintas
a la suya, siendo pillado cazando elefantes o de magnífica comilona con sus
amigos cuando el país atravesaba una profunda crisis económica. No se ha
preocupado de parecer un buen rey, de preservar la imagen de una institución
que lo trasciende, que ha sido la forma de estado que ha prevalecido en España
a lo largo de su historia. Habría que preguntarle al rey si, con sus actos, no
estaba respaldando la causa republicana. Quién sabe… Quizás nuestro rey nunca
ha sido monárquico en su fuero interno y ha querido terminar sus últimos años
de reinado y visibilidad pública dinamitando su propia institución. De ser así,
algo que jamás se podrá saber, estaríamos ante un héroe de la república,
alguien que luchó desde dentro para derrocar
a la propia institución que representaba. Una especie de infiltrado en
la cúpula del poder cuya misión era desacreditar la figura del monarca. Una
suposición así, que bien podría protagonizar una película de ciencia ficción,
es poco probable. Más bien creo que el rey actuaba creyéndose inmune a todo tipo de crítica y sabiéndose
protegido por las máximas esferas del poder político y judicial. Su
planteamiento era bien simple: si yo soy el cabeza de estado y el mayor garante
de que funcione el cuerpo judicial, ¿quién narices se va a meter conmigo?
Lo que el rey jamás previó es que existe en Europa un pequeño reducto de
prensa libre y crítica que está dispuesta a destapar las vergüenzas de
cualquiera, sin importar que la persona puesta en tela de juicio haya sido
monarca hasta hace cuestión de pocos años. Debemos estar agradecidos por contar
con una prensa de investigación que indaga y busca más allá de la superficie.
Gracias a esa prensa, a los equipos de investigadores privados y a amantes
despechadas que no dudan en dar explicaciones para defenderse a sí mismas, sabemos que
nuestro rey no sólo fue , presuntamente, un mal rey, sino que tampoco se
preocupó de parecer lo contrario. Y lo peor de todo, señores, es que todos
somos culpables de que haya llegado tan lejos en sus tropelías. Siempre
intuíamos, sabíamos lo que pasaba y miramos a otro lado.
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